Pasado y presente del Ejército
La ciudad de los cuarteles
H.J. - domingo, 27 de marzo de 2011 Diario de Burgos
Por las tardes el Espolón era un espacio militarizado. Apuestos soldados cortejaban a las muchachas más modestas y los mandos dedicaban sus esfuerzos a las damas de alta alcurnia. Entre las 7 y las 9, el centro de la ciudad, entonces de reducidas dimensiones, quedaba invadido por pelotones de jóvenes que estaban haciendo la mili en Burgos y que gastaban en bares y comercios el poco dinero que tenían.
A mediados de siglo, a caballo entre las décadas de los 50 y 60, la visión de uniformes por todas partes hizo bueno el tópico que adjudicaba a la Cabeza de Castilla la fama de ser una ciudad de curas y militares. Al toque de retreta, los reclutas regresaban corriendo a sus instalaciones so pena de ser sancionados si se retrasaban lo más mínimo, y la ciudad volvía a esperar hasta que al día siguiente regresara el espectáculo de aquellos vecinos temporales.
En Burgos y sus Cuarteles, de Miguel Merino Megido (Obra Social de Cajacírculo, 2002), se recoge la existencia simultánea de 16 cuarteles entre los años 1957 y 1963. Hay quien asegura que entre sus paredes convivieron entre 7.000 y 10.000 hombres, pero el general Merino calcula que el volumen real rondaba los 5.000. «Lo que pasa es que se les veía mucho, porque estaban en la propia ciudad, porque salían todos a la vez, porque iban uniformados y porque la población total era muy inferior a la de ahora», añade. Según el INE, el censo de Burgos por entonces rondaba las 75.000 personas. Más del 6% de los habitantes era, por tanto, militar.
Semejante volumen necesitaba de lugares donde dormir, comer, adiestrarse y esparcirse. Así que el ejército empleó cientos de hectáreas y condicionó decisivamente los barrios, las calles y las manzanas que hoy en día conocemos.
La estrecha relación de Burgos con el urbanismo militar comienza en el siglo XVIII, cuando tras un incendio devastador en el Castillo el rey Carlos III ordena levantar lugares para alojar tropas fuera del recinto amurallado. Surgiría así el primero de los cuarteles, el de Caballería de la calle Vitoria, que ocupaba el solar situado frente a la actual estatua del Cid, al otro lado del Teatro Principal, y llegaba hasta la calle Gran Teatro. El edificio desapareció en el año 1937, pero le siguieron muchas otros.
Imaginemos un paseo por el Burgos de 1960, el que muchas veces pudo dar el general Merino, comenzando en la propia plaza del Cid. A nuestra derecha estaría la "nueva" Caballería, en el solar que hoy acoge el Complejo de la Evolución Humana. Allí había 800 caballos. Cuentan que cuando salían a ejercitarse hacia Fuente Prior y el primer ejemplar llegaba a su destino, el último aún no había salido de San Pablo.
Pero no nos entretengamos con los equinos. Tomamos calle Vitoria arriba y veremos, a la izquierda, el cuartel Fernán González, en la zona de Regino Saiz de la Maza. Frente a él, el que llamaban Cuartelillo de Automovilismo y luego Infantería, en Villa Pilar. Y poco más arriba, donde ahora está hacienda, el cuartel Rodrigo Díaz de Vivar, con su espectacular tímpano triangular similar al de Fernán González que muchos años después sería trasladado a la base de Castrillo del Val.
Si volvemos a asomarnos a la orilla del río veremos nuevamente caballos en el cuartel de Sementales, en la Quinta, donde hasta hace unos días estaba el puente Gasset (rebautizado como el puente de la Evolución). Y en cuatro pasos más nos plantaremos en la plaza del Rey.
A partir de ahí comenzaba la Barriada Militar a la derecha en dirección norte, después el cuartel de Automóviles del 2 de Mayo junto a El Plantío, y frente a él la Ciudad Deportiva Militar y la Residencia de Oficiales. Al otro lado, a la izquierda, la afamada Academia de Ingenieros y, en sus traseras, Santa Bárbara completaba la cuadrícula militar. En total, dos kilómetros y medio de presencia continuada del ejército que quedaba rematada 4 kilómetros más arriba con las instalaciones del aeropuerto de Villafría, que pertenecía al Ejército del Aire. Teniendo en cuenta que aún no hemos hablado del Hospital Militar, la Sanidad Militar, Veterinaria, la Farmacia Militar o San Francisco, que quedaban al oeste de la ciudad, ningún burgalés o visitante de la época podía tener dudas de que aquella era una ciudad de cuarteles.
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