El telégrafo óptico de torre y anteojo es un bien escasamente conocido del patrimonio cultural y en una situación de total abandono, pudiendo ser aprovechado allí donde aún queda en pie como instrumento de educación ambiental y recurso turístico-cultural en la Comunidad Autónoma de Castilla y León.
El telégrafo óptico era un sistema de transmisión rápida de mensajes inventado durante la Revolución Francesa con motivo del acoso militar a que se vio sometida, aprovechando de forma óptima la falta de coordinación de las fuerzas militares aliadas. Entre 1790 y 1792 Claude Chappé y sus hermanos proyectaron un sistema de comunicación fundamentalmente militar. Se trata de un sistema de torres con señales ópticas a distancia basado en un código de signos. En 1794 la Convención republicana recibió el primer telegrama de la historia (línea de 22 torres entre Lille y París). En España, como en otros países, comenzaron los ensayos para su implantación entre 1794 y 1808, de la mano sobre todo del insigne ingeniero Agustín de Betancourt.
Durante la primera mitad del siglo XIX apenas se desarrolló el sistema por diversas causas, pero en el corto período entre 1844 y 1854 se construyó e instaló en España una vasta red telegráfica en la versión técnica del coronel de Estado Mayor José María Mathé Aragua. El telégrafo de Mathé se fundamentaba en un código de señales del tipo “vocabulario” y en una torre que sostenía un bastidor con tres franjas negras alternadas con otras blancas de más anchura y un indicador o pieza central que se desplazaba verticalmente y era capaz de adoptar una docena de posiciones. En una primera fase se usó un código de 98 combinaciones de sílaba, pasando en una segunda fase a utilizar un completísimo vocabulario de 8.464 palabras (92 palabras x 92 páginas del libro).
La velocidad de los adelantos técnicos en el siglo XIX y el relativo retraso español en su implantación supuso una vida muy corta (1844-1857), incluso efímera, puesto que no tuvo arraigo social, lo que se aprecia en el generalizado desconocimiento actual sobre el asunto, dado que el telégrafo eléctrico lo desbancó rápidamente. Con todo, a pesar de que el telégrafo eléctrico comenzó su implantación en España a partir de 1855, el telégrafo óptico estuvo en servicio durante algunos decenios más, complementando al eléctrico y sirviendo para otras aplicaciones, sobre todo militares, y más tarde forestales y de otro tipo hasta su total abandono.
La línea de Madrid a Irún por Valladolid, Burgos y Vitoria es la denominada línea de Castilla. El coronel Mathé llevó a cabo la construcción de la línea “Castilla” entre 1844 y 1846, contando para ello con 52 torres entre Madrid y la frontera francesa (en 8 provincias y organizadas en 9 secciones). Por medio de un catalejo era posible la observación, a una distancia de unos 12 a 15 kilómetros, de una señal de código de dimensiones manejables, colocada sobre una torre. La distancia efectiva entre las torres en el dominio de las llanuras castellanas parece ser, tras varias comprobaciones, de unos 11 kilómetros.
De las 52 torres de la Línea de Castilla o del Norte, 28 se construyeron en lo que hoy es el territorio de Castilla y León, dispuestas a lo largo de cuatro de sus provincias (entre la 7ª torre y la 35ª) y aún bastantes de ellas en pie aunque en ruina. Por lo que respecta al ámbito 3 del Plan de Adecuación y Usos del Espacio Cultural Sierra de Atapuerca, eran dos las torres existentes, precisamente la torre 27 en el castillo de Burgos y la torre 28 en “Tres Marías” -Cótar-, actualmente desaparecidas (la torre 26 estaba en Cabia y la torre 29 en La Brújula).
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